Solo cuando nos permitimos sentir, podemos empezar a sanar
Actualizado: 17 ago 2021
Vamos por el mundo con un corazón enjaulado en una armadura a la medida de nuestras heridas. Tratamos de funcionar una y otra vez sin sentir, pero siempre, aun cuando parece que lo logramos, terminamos fallando.
¿Por qué?
Porque una vida que no puede ser sentida pierde la motivación de ser vivida. Es decir, al perder el sentir, se pierde también el sentido de vivirla. Aún así, intentamos vivir sin sentir: vamos por el mundo a la defensiva, tratando de evitar el sufrimiento, conteniendo nuestras emociones y escondiendo nuestras heridas. Tratamos de movernos en el mundo usando únicamente la razón o buscamos alguna guía externa (el consejo de un amigo o un libro por ejemplo), pero a la larga, tampoco eso parece funcionar, porque terminamos viviendo una vida en la que no sabemos qué sentimos, qué queremos, o cómo se siente estar verdaderamente vivos.
¿Qué hacemos entonces?
Como seres humanos traemos una brújula afinada por millones de años de evolución, ¡y esas son precisamente las emociones!. Ese corazón que enjaulamos, esas emociones que contenemos y esas heridas que guardamos, tienen la llave secreta para vivir la vida.
El problema es que hemos olvidado cómo entender esta brújula. Para hacerlo, tenemos que empezar por poner atención a nuestras emociones y darnos cuenta de que cada una de las cosas que sentimos tienen un sentido. Cada emoción es como una carta que viene de nuestro interior para comunicarnos algo y, a medida que abrimos y leemos estas cartas, empezamos a captar su lenguaje y entender su mensaje con más claridad.
Las emociones son ese mapa que siempre estamos buscando para navegar nuestra vida, así que empecemos por escucharlas un poco más. Tal vez al principio tendremos que atravesar dolor y sufrimiento, pero eso es también el indicio de que estamos vivos. Solo cuando la herida respira, es decir, cuando nos permitimos sentir, podemos empezar a sanar.
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