Cuando sientes el peso del universo encima...
Hace varias semanas tuve un mensaje de texto con una noticia sorprendente y dolorosa. Alguien muy cercano a mí había intentado suicidarse. Aunque pude hablar con la familia y saber que esta persona estaba estable, no pude dormir esa noche. Aunque estuviera sintiendo un millón de cosas, sabía que no se comparaba en nada con lo que ella estuviera sintiendo. Sin embargo, en medio de todas las emociones que sentí esa semana, hubo algo que se mantuvo, una decisión que fortalecía una y otra vez el propósito de mi vida alrededor de la salud mental. La semana pasada me encontré con ella y de manera muy honesta y generosa me compartió algo que había escrito cuando por fin pudo volver a casa. Escucharla me puso la piel de gallina, pero pude sentir un poco de ese mar de emociones y pensamientos en el que ella había estado y con el que se, incluso hoy, sigue luchando para estar a flote. Ese día, tenía en mi mente todo lo que quería compartir en redes el sábado 10 de septiembre, pues es el día mundial para la prevención del suicidio y, como le tengo tanta confianza, le pregunté si estaría dispuesta a compartir eso que había escrito con más gente.
━¿Anónimo?━ me preguntó.
Yo asentí y ella se quedó un momento en silencio.
━Si, claro━, me dijo al fin. Le dije que no tomara la decisión todavía, que lo pensara y me respondiera en unos días. Hoy, admiro su fuerza y valentía en compartirnos su experiencia, pues, como les decía el sábado en una publicación de Instagram, es necesario informarnos, concientizarnos y compartir nuestras experiencias asociadas a los problemas de salud mental para luchar contra el estigma que se tiene alrededor de buscar ayuda, acudir a un profesional o sufrir de alguna enfermedad mental.
Esta es la carta que se escribió ella a sí misma:
"Tu que te quedaste ahí, acostada en esa cama de urgencias, con el universo cayéndote encima. A ti, que no encontraste otras salidas a tu dolor, ese dolor inmenso y punzante que cargamos en el pecho por meses. A ti, a la persona que por tanto tiempo he lastimado, te pido perdón.
Recuerdo como sentíamos el peso del mundo en el pecho, nuestro corazón galopaba asustado, con ganas de huir, con ganas de parar, con ganas al menos de salir de ese pecho y no sentir más.
No sientas que me traicionaste, ambos dejamos que las cosas se nos salieran de las manos y en últimas yo cometí la traición más grande, ¡te maté! Te maté esa noche, con crueldad, sin pensar en todo lo que habíamos construido. Te maté por puro odio, por no poder vivir más con ese reflejo, te maté porque sentía tristeza, estaba frustrada, te detestaba.
Detesto esta persona enferma que te escribe esta carta, y aún odiándote, me río de la idea de amarte algún día. Me río al saber que la única forma de salir de este hueco es teniéndome compasión, como nunca.
A ti no se si te voy a extrañar. Me dueles, eso sí, en el fondo del alma.
No se si te extraño, a veces me descubro tratándote de imitar nuevamente. Cierro los ojos y estoy ahí otra vez: La cabeza me daba vueltas, tenía un pitido en los oídos, el corazón se me quería salir del pecho, veía borroso, mi realidad estaba nublada, mi mamá lloraba al lado de la camilla, y yo escuchaba el pito del monitor en mi cabeza cada vez que voluntariamente dejaba de respirar. En secreto lo hacía, quería morirme y no era capaz, y mi mama me gritaba que no lo hiciera, que respirara, que por favor... Algo me oprimía el pecho, tenia un cólico insoportable ¡y el calor! ese calor tan desesperante, sudaba a mares y todos pero nadie me ponía atención.
El recuerdo más vívido fue la tristeza, nunca había sentido una tristeza así, tan profunda, tan enorme, tan inconmensurable, no tenía consuelo, no quería consuelo... Lloraba ruidosamente y era lo único que se escuchaba en ese sótano frío de urgencias, mi llanto desgarrador, mi llanto sin esperanza, ese tipo de llanto de alguien que ha decidido que no quiere vivir más.
Moriste ese día, esa noche, esa semana.
Las medicinas te mostraron como verdaderamente eras, cruel, cínica, desapegada, fría, decidida, agresiva, impulsiva, desastrosa. Creo que no recuerdo mucho de esto precisamente porque eras tu la que hablabas, tú fuiste la que dejaste de respirar y te pusiste azul, tu fuiste la que pidió que la mataran, tu fuiste la que los destruiste a todos, la que me destruiste a mí y luego me dejaste sola lidiando con esta nueva realidad.
¿Como comencé esto pidiéndote perdón y terminé odiándote?
Decidiste no reconstruirte luego de las pérdidas y perderte también, ¿por qué no me amas? Ya no se como terminar esto, si agradeciéndote, si culpándome... No sé todavía cómo concluir este episodio que me destruyó, me inmolé en un fuego que no acababa, una llamarada gigante y poderosa me calcinó y quedé entre las cenizas, hecha polvo, hecha nada".
Aunque ya la he leído más de cinco veces, todavía me sigue generando muchas emociones.
Si tu que estás leyendo esto sientes que estás en una situación similar y que realmente no puedes con todas tus emociones y pensamientos, no dudes en buscar ayuda, pues para eso los psicólogos y psiquiatras hemos estudiado muchos años y nos hemos preparado para acompañarte de la mejor manera. De igual manera, si una persona que conoces muestra señales que llaman tu atención sobre la posibilidad del suicidio, o simplemente sabes que no está bien, acompáñala e interésate por lo que está viviendo y sintiendo y, de la misma manera, invítala a buscar ayuda de un médico o un profesional de la salud mental. Aquí están las lineas de atención en Colombia o, si estás en otro país, asegúrate de conocerlas.
Esto, más que una carta, es una invitación a ser sensibles, conscientes y empáticos con nosotros mismos y con los demás, porque a través de nuestras acciones concretas podemos realmente marcar la diferencia para la prevención del suicidio y la consciencia general de la importancia de la salud mental.
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