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Foto del escritorDavid Velásquez

Manejo del Tiempo para Mortales (parte 2/2)


En la entrada anterior hablamos de cómo vemos y cómo nos relacionamos con el tiempo. Si para nosotros el tiempo es un recurso (que invertimos, gastamos o desperdiciamos), esa relación se vuelve instrumental (usamos el tiempo) e utilitaria (tenemos que sacar algo de ella). Por eso, tratamos de controlarlo y, en ese afán de hacerlo, caemos en lo que el autor llama “la trampa de la eficiencia”, de la que nunca podremos salir haciendo más, sino todo lo contrario: haciendo menos.


Finalmente, vimos que esas ganas de controlar el tiempo esconden también una incapacidad para reconocer y enfrentar la ansiedad que nos genera la existencia misma, pues esta nos exige tener que decidir y enfrentarnos a la incertidumbre. (Si aún no has leído la parte 1, haz click aquí, para que puedas entender mejor y sacar el máximo provecho de esta segunda parte).


Y como eran siete las ideas que quería compartirles, aquí van el resto:


4. ¿Alguna vez les ha pasado que, mientras están en redes sociales, se sienten eufóricos viendo lugares y experiencias magníficas que el mundo tiene para ofrecer, pero luego, después de dejar de mirar el celular, sienten una tristeza o un vacío que no entienden de dónde salió?


Si a veces sentimos que tomar decisiones significa perdernos de otras posibilidades, ahora el internet y la tecnología incrementan más todavía esta sensación. A pesar de que nos ha abierto un mundo de posibilidades, el mundo digital nos deja a menudo con un vacío interior. La globalización, la abrumadora cantidad de información y las redes sociales nos han dado la idea de que una vida plena es una vida llena de experiencias.


Y es así como caemos de nuevo en la trampa de la eficiencia, pero ya no de tareas pendientes, sino de experiencias. Lo paradójico es que, por muchas experiencias que consumamos, al fin de cuentas nos podemos terminar sintiendo igual de vacíos al considerar las otras que no vivimos o en todas las que nos faltan por experimentar. Sentimos que entre más experiencias tengamos mejor, pero no nos damos cuenta de que esto crea un vacío (a veces, incluso, un abismo) entre lo que quisiéramos hacer/vivir y lo que realmente podemos.


Creemos que entre más experiencias tengamos mejor, pero no nos damos cuenta del abismo entre lo que quisiéramos vivir y lo que realmente podemos.

Por eso, aunque nos cueste, es necesario recordar que nuestro tiempo es finito y por eso, hacer cualquier cosa implica una decisión que, en muchos casos se puede sentir como un sacrificio o una pérdida.

En este sentido, la actitud que plantea el autor será la de entender y aceptar que no vamos a poder experimentar todo lo que el mundo tiene para ofrecer. Esto no es fácil, pero si pensamos seriamente en este hecho, entendemos que nos vamos a perder la gran mayoría de esas experiencias. Eso está garantizado y no hay mucho por hacer.


Por otro lado, lo que sí podemos hacer es enfocarnos en experimentar y disfrutar realmente la “pequeña” porción de experiencias para las que sí tenemos tiempo y recursos.




5. Todos queremos lograr algo y todos nos hemos encontrado, seguramente, procrastinando incluso en las cosas que más deseamos.


Alineado con todo lo que hemos visto hasta ahora, el autor plantea una explicación a este fenómeno: cumplir nuestros deseos requieren un esfuerzo y este esfuerzo significa también incomodidad.


En este sentido, es preferible quedarnos con la idea de lo que queremos en vez de realmente trabajar en ella. En gran parte porque, al hacerlo, tendríamos que enfrentarnos con los límites que tenemos como seres humanos y con los que el mundo nos presenta. Así, para avanzar en nuestras metas tendremos que enfrentar la incertidumbre y las limitaciones que tenemos para materializar esas ideas, pues nunca podremos crear algo tan “perfecto” como nos lo imaginamos.


Suena fácil, ¿no?


Otra cosa es hacerlo. Y es que realmente pasar a la acción puede ser terrorífico y nos podemos sentir paralizados; es por eso que buscamos formas de distraernos de manera desesperada. Ahora más que nunca, en la historia de la humanidad, el mundo digital nos llena la vida de distracciones al alcance de la mano y procrastinar se hace muy fácil, pues tenemos series, entretenimiento, videojuegos, memes, redes sociales, etc.



Es más fácil estar en línea, en donde no nos sentimos tan limitados como en el mundo real.

Para superar este obstáculo y esta tendencia a la procrastinación tenemos que afrontar la verdad: materializar nuestros deseos requiere esfuerzo, será incómodo y el resultado no será perfecto. La incomodidad es normal y hace parte de nuestra experiencia humana finita y limitada, pero, curiosamente, cuando aceptamos esa verdad, la incomodidad se hace un poco menos incómoda y más llevadera.




6. Una vida humana dura en promedio 4000 semanas. ¿Qué les parece? ¿Es mucho o es poco?


Si caemos en la trampa de la eficiencia, terminaremos sintiendo que el tiempo no nos alcanza para todo lo que tenemos por hacer y todo lo que quisiéramos vivir. Sin embargo, 4000 semanas son muchísimas más de las que tuviéramos si nunca hubiéramos nacido.


Damos la vida por sentada: 4000 semanas son muchísimas más de las que tuviéramos si nunca hubiéramos nacido.

Aquí el autor plantea una posición fuerte pero cierta: damos la vida por sentada. Y la verdad es que ni uno solo de nuestros días está garantizado, pues “toda la vida es prestada”, dice el autor, ya que en algún momento moriremos y todo lo que hemos vivido o que apreciamos desaparecerá también.



A mí siempre me gusta pensar que la vida es ahora, pues este momento es el único que existe. Por eso, las esperanzas de un futuro idealizado en donde finalmente tendremos lo que queremos, o en donde nos sentiremos realizados y llenos de sentido por nuestros logros, o en donde terminamos nuestros pendientes y todo funciona perfectamente, parecen más bien una ilusión y una manera segura de perdernos de este instante.


Que bueno entonces preguntarnos por qué todo lo que hacemos está siempre buscando un propósito ulterior. No es que esté mal, pero cuando no hay espacio para otras cosas, se va volviendo agotador. Y, por otro lado, si nos enfocamos únicamente en la meta, nos perdemos de recorrer el camino y disfrutar el proceso. Desde ese punto de vista, tenemos que justificar incluso el ocio, el entretenimiento o el descanso, haciéndolo de manera productiva o “avanzando” hacia ese futuro idealizado.


Si nos enfocamos únicamente en la meta, nos perdemos de recorrer el camino y disfrutar el proceso.

En este punto, el autor deja una invitación a buscar actividades que él denomina atélicas, es decir, actividades cuyo valor no proviene de su finalidad. Un ejemplo claro de esto son los hobbies, en donde no necesitamos ser los mejores para estar 100% en la actividad, pues lo hacemos por el disfrute mismo, sin la presión de “utilizar bien el tiempo”.


Así que pregúntate: en tu día a día, ¿qué acciones valdrían la pena aun si no vieras sus resultados?


7. La última idea que les quiero compartir me pareció fabulosa y espero que los deje pensando de la misma manera en que me pasó a mí:


El tiempo es un recurso que aumenta su valor cuando es compartido con otros.


¿Qué significa esto? Que, aun si viéramos al tiempo como un recurso, no se comporta igual que muchos otros. No se trata de guardar y acumular tiempo, pues su valor puede permanecer igual, mientras que, cuando podemos compartir el tiempo con otros de una manera significativa, el valor de esa experiencia y de ese pedacito de tiempo se multiplica. De aquí la importancia fundamental de las relaciones sociales para nuestra felicidad como seres humanos. El tiempo, en este sentido, es más valioso cuando logramos que se coordine con el de esas personas que amamos o con las que queremos compartir esa porción de vida determinada.


Por eso no basta con tener tiempo libre, sino que es necesario también tener personas disponibles con las cuales compartir y disfrutar la vida misma.


Si llegaste hasta aquí espero que este artículo te haya servido para replantearte la relación que tienes con el tiempo y hayas podido vislumbrar la capacidad que tenemos de apreciar el tiempo en el momento presente. Necesitamos valentía para enfrentar la incertidumbre y confianza en nosotros mismos para tomar y cuidar nuestras decisiones, pues no sabemos cuándo podría llegar a ser la última. Si te gustó, recuerda darle like y, si tienes alguna pregunta o idea sobre la que te gustaría conversar, deja un comentario.


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